Demos: El Gran Charco

 
Risto Mejide, presentador de "Demos: El Gran Sondeo" (fuente: Movistar Plus+)


La semana pasada un tío antimurcianista que tengo me dijo que yo, aspirante a politólogo, tenía que ver un programa nuevo de Telecinco (hostias) que iba a ir sobre política (hostias, otra vez). Sí, sí. Como una especie de muestra interactiva del CIS en un plató de televisión. Y presentado por Risto Mejide. La verdad que el cóctel me fue difícil de digerir. Verás, pensaba. Verás el circo. Pues bueno, efectivamente hubo algo de eso; pero tengo que admitir que hubo cosas que me gustaron.

Antes de nada, es importante sentar unas ciertas bases. Los códigos propios de la televisión son radicalmente distintos a los que puede tener, por ejemplo, el campo científico. No vas a encontrar -tampoco lo buscan- un absoluto rigor académico. Es televisión, no un trabajo de investigación. Algo que molaba era el tipo de formato: unas gradas hermosas a modo de Congreso -o público de Crónicas Marcianas- divididas entre veinteañeros, treintañeros, cuarentones, cincuentones y viejos de 60 años o más. Claro, lo primero que se me vino a la cabeza es que hubiera sido mejor escoger unas franjas de edad más clásicas para este tipo de sondeos (18-30, 31-44, 45-64 y +65); pero, como dije arriba, tele es tele. Todo era bastante luminoso, extremadamente colorido y con una puesta en escena brutal. Un poco Trivial, con quesitos y tal. Estos individuos a priori anónimos debían expresar su opinión a través de dos cartulinas, una de color verde y otra de color rojo; las cuales se visualizarían en un plano cenital para observar ampliamente el parecer del respetable. El tema de la noche se votó entre el problema de la vivienda y el caso Koldo. Salió el primero. De manera arrolladora, además.

Uno de los asuntos más chapuceros recaló en que una de las banderas principales que dice tener el programa es que cuenta con personas anónimas. Y eso parecía -o, al menos, me pareció- al principio hasta que se pudo reconocer fácilmente a "infiltrados" entre aquellas gradas. No sé si se pensaron que la gente es tonta o qué. En la sección de los veinteañeros estaba nada menos que Carla Galeote, activista conocida viralmente por grabar a un anciano masturbándose. No está mal. Tendrá su buena vena crítica, y se le advierte una cierta cultura; ahora bien, agolpa una actitud y unas formas que conmigo no van. Me genera aversión, más allá de la buena intención de sus argumentos. Ésta fue la primera persona. La segunda, sin embargo, se encontraba en la sección de los cuarentones: Santiago Armesilla, politólogo y, por lo que le conozco, youtuber. Independientemente de lo bien o mal que caigan a la audiencia, es intolerable sacar pecho de que tu público se conforma de manera exclusiva por "gente de la calle" y luego que, a la luz de lo visto, te saquen las vergüenzas. Hombre, a muchos espectadores seguro que se la dieron con queso, pero vamos, no creo que les genere un rédito digno.

En cuanto a las discusiones entre los participantes tampoco voy a encharcarme demasiado, prefiero destacar un elemento positivo que es la inclusión de este tipo de debates para, de alguna manera, sacudir a la gente desde el sofá. Que le den vueltas al coco y así se preocupen por las cuestiones de su entorno, en definitiva.

También se habló del rey emérito. En fin, conclusiones muy predecibles al igual que normales. Quisiera hacer especial mención a aquel diputado de Sumar, Alberto Ibáñez, quien tras esperar un buen rato a la intemperie, de madrugada y con los leones del Congreso de fondo, no pudo intervenir en el programa por problemas técnicos de sonido. Seguro que si compara esa noche con lo que ahora están viviendo en su partido le parecerá una minucia. Estoy convencido.

Alfonso G. Mengual

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